domingo, 30 de septiembre de 2012

Cordial civismo

De forma casi habitual, en mis tiempos libres, suelo caminar por la calle buscando la fachada del local comercial que mas me atraiga intuitivamente, para ingresar a él, mirar y tocar todo, preguntar precios y no comprar nada. Supongo que es lo que me hacer parecer un cliente interesante comercialmente hablando.
No se si está mal, pero muy lejos de ser usuario prometedor, el único fin de mi asidua 

costumbre es cargar mi cartera con todos los flyers, tarjetas y postales disponibles en el mostrador de cada espacio sutilmente seleccionado, para luego colocarlos de forma desordenada dentro del cajón de mi mesa de luz y de esta manera hacerlo visualmente mas llamativo.
Lo único certero que encontré hasta el momento en esta tradición personal es el paralelismo entre la molestia que desborda por los ojos del comerciante luego de cada fastidiante acto mio y la tranquilidad que me produce la diversidad de colores que hay al lado de mi cama todos los días.
Pero supongo que pensando este hecho de una manera mas responsable va un poco mas allá de una simple paradoja:
Arrinconada por el hemisferio derecho de mi cerebro expongo para comprensión de los estimados vendedores mi vital necesidad de salir a respirar y absorber los colores, el dominio que ejerce sobre mi el instinto de mis emociones y la libertad que me confiere la caratula de "ser vivio", que entromete a los sentimientos en cada aspecto de mi vida. Por tal motivo me encuentro en la obligación de ofrecer las públicas disculpas por las molestias ocasionadas y a la vez explayar de esta manera mi ensayo sobre la dinámica del bloque opositor a la organización del mundo a partir de la lógica.
Vivencio la mayor parte del tiempo solamente con lo que ingiero de modo sensorial. Yo siempre tengo a mano el alma, nunca aprendí a usar la cabeza...

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